domingo, 12 de diciembre de 2010

Nº 16.- Deportes y otros


A Mou no lo ama ninguna mujer, se equivoca siempre y a las mujeres no les gusta eso.

No sabemos por qué tiene tan buena prensa una persona que se equivoca siempre:

-Al Barcelona, esta vez, lo reventamos.

-Ronaldo es mejor que Messí.

-La modestia no sirve para nada.

Y como si esto fuera poco: “en Navidad seremos líderes”.

Bueno, justo hoy con lo sabrosos que están los diarios matinales. De cualquier manera antes de convocar a Dios para nuestra conversación diaria, anoto en un papelito que Iker es un poco caprichoso: “Messí es el mejor pero yo que soy muy caprichoso elijo a Xavi o a Iniesta".

-Hola, joven.

-Hola, Todopoderoso. Hoy tenía muchas ganas de hacerle algunas preguntas: “Usted, Dios mío, cree que es justo condenar a los deportistas, cuando hace más de 20 años en una reunión que mantuve con los 15 países más poderosos de ese momento, y recuerdo la frase con la cual cerré mi intervención: “Si siguen levantando el listón de las competencias deportivas, en general, sólo triunfarán los superhombres, pero como superhombres es una ficción literaria, terminarán triunfando los estimulantes”. Y nadie me escuchó.

Y, ahora, 20 años después quieren condenar a los deportistas que ellos con sus exigencias hicieron drogodependientes.

-Hijo mío, hijo, tú si que no entiendes nada, ¿tú sabes, hijo mío, cuánta gente en el mundo vive del cultivo, producción y distribución de drogas?

-No sé, unas 100.000 en todo el mundo, contando a los camellos.
-A veces pienso que eres un poco estúpido. Hijo mío, por todo ese amor que me tienes, trata de comprender.

Primero escucha: Contando a los distribuidores de poca monta (los camellos, como tú los llamas) más de mil millones de personas (casi el 20% de la humanidad) vive, algunos no del todo bien, del cultivo (más de cien millones), producción (contando todos los laboratorios del mundo), distribución (barcos, aviones, ejércitos, etc, etc) y venta de las drogas (más de cuatrocientos millones a nivel mundial).

-No lo puedo creer.

Y Dios aquí habrá sido justo, pero muy severo.

-Si no me puedes creer, continuamos la próxima.

-¡Dios! ¡Dios mío!

-He dicho hasta la próxima.

-Y cuándo es eso, Dios mío.

-Alguno de mis ángeles te avisará. Y nada de Dios tuyo.

Psicoanalista, jubilado en parte




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